domingo, 16 de diciembre de 2012

Monumento Ecuestre a don Carlos María de Alvear

Carlos María de Alvear (1789-1852), fue un militar y político argentino durante la época patria y el segundo Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata durante el año 1815. Asimismo fue padre de don Torcuato de Alvear, primer intendente de la ciudad de Buenos Aires, y abuelo de Marcelo Torcuato de Alvear, presidente de la República Argentina entre los años 1922 y 1928.

Nació el 25 de Octubre de 1789 en Misiones Orientales (actualmente territorio brasileño).  Su padre era Diego de Alvear y Ponce de León, un español oriundo de Córdoba, España, y su madre María Balbastro, criolla de Buenos Aires. Su nombre completo era Carlos María del Santo Angel Guardián.  Santo Angel era el nombre del pueblo donde nació.

Hizo sus primeros estudios en Porto Alegre y en 1804 marchó con su familia hacia España.  Durante el transcurso del viaje, su madre y sus seis hermanos murieron en una explosión durante un incidente con una flotilla inglesa.  El y su padre se salvaron, porque viajaban en otro navío.
Luego, en Londres, completó su educación y fue iniciado por Francisco de Miranda en la Gran Reunión Americana. 
Posteriormente, realizó el servicio militar en España, en la Brigada de Carabineros Reales, cuerpo de Elite, con el grado de Alférez (equivalente al de Teniente en los cuerpos de línea), y participó, distinguiéndose,  en batallas contra la invasión napoleónica, luchando en las batallas de Tudela, Tarancón, Uclés y Talavera, y en los combates de Los Yébenes, Mora y Consuegra.
Legó a Cádiz a fines de 1809 y a los pocos meses fundó la Sociedad de los Caballeros Racionales, o Logia N° 3, filial de otra con sede en Londres, a la que luego se incorporaría José de San Martín.

A fines de 1810 pidió licencia del ejército español, licencia que se prolongó hasta su traslado a América.  A principios de 1811, exigió a su padre la parte de la herencia de su madre, que era considerable, y la utilizó para financiar sus proyectos revolucionarios.  En ese mismo año, siendo su padre gobernador de la Isla de León, se separó de las armas reales, y abrazó la causa independentista.  En 1812 desembarcó en Buenos Aires de la fragata inglesa "George Canning", el mismo barco en que viajaban San martín, José Matías Zapiola, Martiniano Chilavert (niño aún, que viajaba con su padre Francisco Chilavert), y otros militares notorios, para sumarse a la causa de la emancipación americana, ninguno de los cuales se encontraban en el Río de la Plata cuando se produjo la Revolución de Mayo en el año 1810.

A su desembarco, recibió el nombramiento de Capitán y Sargento Mayor del flamante escuadrón de Granaderos a Caballo.  Fue quien presentó a San Martín en la sociedad porteña, y fue su padrino de casamiento.

No dedicó mucho tiempo a sus obligaciones militares, ya que trabajó en la organización de la Logia Lautaro, un grupo secreto que intentaba corregir la dirección política del gobierno. Dirigió con San Martín la revolución del 8 de octubre de 1812, que reemplazó al Primer Triunvirato por el Segundo y que convocó a la Asamblea del año XIII. Organizó las elecciones de los representantes porteños y de las provincias y fue el primer presidente de dicha Asamblea.
Ambicionando el poder político, logró que ésta fijase un sistema unitario de gobierno, el Directorio, para el cual hizo elegir a su tío Gervasio Antonio de Posadas (primo de su madre). A mediados de 1813 renunció a su banca y fue nombrado coronel del regimiento de infantería Nº 2, pero siguió participando en política a través de la Logia.
La Logia se dividió entre los partidarios de San Martín y los de Alvear, por lo que éste -con mayor influencias políticas- lo alejó del poder poniéndolo al mando del Ejército del Norte.
Con el Alto Perú en poder de los realistas y Chile en peligro, la toma de la guarnición de Montevideo, con 5.000 soldados españoles era un objetivo indispensable porque era un peligro permanente sobre Buenos Aires, ya que podía ser utilizada como base de operaciones en el caso de una expedición punitiva contra el Río de la Plata. El sitio de Montevideo, iniciado en 1812, no había tenido hasta entonces resultados satisfactorios, ya que mientras la armada española tuviera acceso al puerto de Montevideo, la posición de los españoles era inexpugnable. 
En 1813 fue nombrado presidente de la asamblea general constituyente y, un año después, general en jefe de las fuerzas sitiadoras de Montevideo, donde obligó a capitular al general realista Gaspar de Vigodet. 
En 1814, Alvear y Juan Larrea, impulsaron la creación de una escuadra naval, cuyo mando le fue otorgado a Guillermo Brown.
En febrero de 1814 se produjo un motín de las tripulaciones de dos de sus buques, lo cual, sumado a la oposición de San Martín al proyecto, convenció a Posadas de que era hora de “desarmar los barcos”. Con medidas enérgicas, Alvear consiguió sofocar el motín y disuadió al Director Supremo de esta resolución. Gracias a ello, el 8 de marzo, Brown pudo finalmente hacerse a la vela para librar su primer combate naval contra una flotilla realista que se encontraba en la isla Martín García. En pocas semanas también “quedaron igualmente prontas y listas para marchar las tropas que debían pasar a reforzar el sitio, así como todo el material necesario para aquel ejército: armamento, municiones y vestuario”. A principios de abril, una vez reparados los buques que habían combatido en Martín García, la escuadra quedó en condiciones de operar sobre Montevideo.
El presidente Bernardino González Rivadavia lo nombró embajador y ministro de Guerra. Su triunfo en la batalla de Ituzaingó en 1827 le valió ser designado embajador en Estados Unidos. 
Carlos María de Alvear fue el presidente de la logia Lautaro de Buenos Aires y fundó en Montevideo la logia Caballeros Racionales en homenaje a la organización homónima que funcionó en Cádiz.
En 1829 Juan Manuel de Rosas apareció en la escena política argentina, inaugurando un régimen controversial que duraría a la larga más o menos 23 años. Alvear fue uno de los líderes de la oposición y en 1832, Rosas muy astutamente lo nombró embajador en los Estados Unidos, como un mecanismo para neutralizar sus ambiciones políticas. Un cambio en el gobierno, le permitió a Alvear retornar a Buenos Aires, en los años siguientes.  Sin embargo, cuando Rosas volvió al poder en 1835, nuevamente nuevamente trató de desplazar a Alvear, de quien sospechaba que conspiraba en contra del su gobierno.
A principios de 1837, después de descubrirse la evidencia de que Alvear estaba vinculado a una nueva conspiración, Rosas lo nombró como Ministro Plenipotenciario en los Estado Unidos.  A pesar de eso, estuvo disponible para partir a complir con su nueva función, durante el año siguiente. 
Así, Alvear vivió el resto de su vida como embajador en los Estados unidos, muriendo en su casa de Nueva York en el año 1852. Durante su residencia en los Estados Unidos, Alvear tuvo la oportunidad de interactuar con importantes figuras políticas como  Joel Roberts PoinsettDaniel WebsterJohn Calhoun and James Buchanan, entre otros. Las intrucciones de Alvear estaban principalmente relacionadas con la obtención de una disculpa por parte de los Estados Unidos con respecto a la conducta de un buque de guerra estadounidense en las Islas Malvinas, y reafirmar las reclamaciones argentinas a las islas. El gobierno de los Estados Unidos se mostró indiferente a esos reclamos argentinos. Viendo que no se podía esperar más nada de Washington, Alvear pidió ser transferido a Europa, pero Rosas se rehusó. 
Carlos María de Alvear fue inhumado en el Cementerio de la Recoleta en la ciudad de Buenos Aires.
Aunque sus ideas económicas no son muy conocidas, su hijo Emilio de Alvear, también político, fue uno de los escasos promotores del proteccionismo en la época conservadora, de ideas librecambistas hasta el exceso.
Bartolomé Mitre, autor de la biografía de San Martín Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, fue muy crítico con Alvear, describiéndolo como ambicioso y dictatorial, y lo atacó por sus cartas a Strangford y Castlereagh. Más tarde los historiadores también rechazaron a Alvear, aunque por razones diferentes. Autores izquierdistas apoyaron a Monteagudo, a pesar de su relación política. Autores revisionistas, partidarios del anti-imperialismo, condenaron a Alvear por el intento de convertir las Provincias Unidas en un protectorado británico y se refieren a él como partidario de Bernardino Rivadavia, a pesar de que eran enemigos. A pesar de esto, sigue siendo considerado un prócer nacional. La aparición del revisionismo histórico lo convirtió en uno de los principales centros de sus ataques. Pese a la condena de Mitre y de los revisionistas, siempre tiene defensores.
Carlos María de Alvear fue uno de los personajes más controvertidos de la historia de la independencia argentina. A pesar de la abundante bibliografía existente sobre su carrera, no existe ninguna biografía completa de Alvear. Muchos historiadores han documentado, con innumerables pruebas historiográficas, que Alvear era promotor de los intereses de Gran Bretaña en Sudamérica durante las primeras tres décadas del siglo XIX, por medio de sus aliados portugueses.
La historiografía registra cuáles eran sus enemigos, en la figura de los grandes próceres rioplatenses José de San Martín y José Artigas.
Es considerado un héroe nacional por la historiografía argentina, a pesar de la opinión negativa de Bartolomé Mitre, fundador de la misma. La influencia de su hijo, el intendente de la ciudad de Buenos Aires, Torcuato de Alvear, y su nieto, el presidente Marcelo Torcuato de Alvear, le permitieron sobrevivir en la estimación pública a lo largo de los años.
En general es un personaje identificado, en primera etapa, con el partido unitario, cuyas opiniones fueron compartidas por la minoría poderosa de la elite porteña dedicada al libre cambio; en una segunda etapa es identificado con los federales, por haberse desempeñado como embajador de Rosas durante largos años, hasta el año mismo de su fallecimiento.



El Monumento

Pero vamos a lo que nos interesa: el Monumento Ecuestre, situado enfrente de la Plaza Intendente Alvear (aunque erróneamente conocida como Plaza Francia), en la llamada Plazoleta Julio de Caro, en pleno barrio de la Recoleta.
Se trata de una obra del escultor francés Antoine Bourdelle, que está considerado por el propio autor como su obra maestra dentro de los grandes monumentos.  El autor demoró diez años en terminarla, y una vez acabado el monumento fue enviado a Buenos Aires desde Francia en el año 1925, donde se ve al General Carlos María de Alvear, montado sobre un esbelto caballo, con su mano derecha en alto, mientras que la izquierda sujeta su cabalgadura.  La obra fue entregada al gobierno argentino en un acto presidido por el Ministro de Bellas Artes de Francia, que se realizara en 1923 en el Salón de la Tullerías en París, e inaugurado el 16 de Octubre de 19263 en la ciudad de Buenos Aires.  Esta grandiosa obra, que descansa sobre un pedestal de granito pulido de 13 metros, obra del arquitecto Alejandro Bustillo, sobre el cual reina el impactante caballo, realizado íntegramente en bronce.  Sobre los ángulos de su base, se destacan cuatro figuras que representan a "La Victoria", "La Libertad", "La Fuerza" y "la Elocuencia".



La Victoria




La Libertad




La Fuerza




La Elocuencia


Estas cuatro estatuas simbolizan los valores fundamentales que se deben respetar, para poder definir y establecer los destinos de toda nación, de la manera más progresista y beneficiosa para todos los miembros que la componen.

De la ceremonia que encabezó el presidente Marcelo T. de Alvear, nieto del prócer, participaron representantes diplomáticos de América y de Europa, además de una multitud calculada en alrededor de . personas.  Hubo varios discursos y un desfile a cargo del Colegio Militar de la Nación.



Imagen tomadaprestada del blog "Salvemos las Estaturas".


Erigido en homenaje a quien ha sido hombre fundamental para el General San Martín con su valiosa colaboración en la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo.  También conmemora la Batalla de Ituzaingó en la que se enfrentaron los ejércitos uruguayo-argentino con el de Brasil.

Nuestra Ciudad Capital tiene muchos monumentos, y muchos de ellos son mucho más que interesantes. Representan nuestra historia, de donde surge nuestra nacionalidad, muestra figuras venerables de nuestros próceres, aquellos prohombres que alimentaron nuestro conceptos fundamentales, sus sacrificios en pos de los objetivos de libertad y emancipación. Como argentinos, no tendríamos que hacer si no más que respetarlos en la erección de estos símbolos sagrados de nuestra argentinidad. Sin embargo, nos quedamos en eso.
Estamos cerca de las fiestas de fin de año, y se ha permitido que una empresa privada, comercial, invada el recinto de la plazoleta, y erija lo que se parece a un árbol navideño, mientras promocionan sus productos.  Ese pseudo árbol navideño, no hace otra cosa que obstruir la imponencia de semejante "Conjunto Escultórico"; es una real vergüenza, un desatino, y una gran falta de respeto a aquel general que expuso su vida en muchas campañas, y no precisamente desde la paz y seguridad de un escritorio; pero es mayor la falta de respeto a nuestra historia.
Pero además, la plazoleta goza de un absoluto abandono, donde hay toda clase de residuos y una notable suciedad. Ojalá que algún día nuestros políticos entiendan que eso también es parte de sus funciones.
Al margen de lo que se piense de cada uno de esos señores que armaron nuestra historia, errados o acertados, conformaron los destinos de nuestra nación, y eso sí o sí, tenemos que respetarlo.
Les deseo una excelente semana.
Salud !

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